Nunca es fácil contar un abuso. Cada víctima de un abuso tiene sus  propios tiempos, sus propios modos para poner en palabras todo el horror vivido.

A Virginia Bertocchi le llevó dieciséis años poder decir eso que le pasó cuando tenía 10 años y era alumna del Colegio Don Bosco (Paraná), una institución confesional fundada por los salesianos.

Virginia Bertocchi fue abusada por un empleado de maestranza del colegio y por un cura, cuyo nombre no puede recordar.

Sí sabe Virginia Bertocchi que todo ese infierno que vivió ocurrió en el año 2002.

Eligió su muro de Facebook para contarlo. Primero fue un día de abril de 2017, cuando habían pasado quince años de todo.

 

Primero eligió ficcionalizar su propia tragedia:

“De lejos, vi una chica tirada en el pasto mirando no sé exactamente si hacia adelante, si miraba las estrellas o algo en particular, pero eso no fue lo que me asombró sino que en un momento me dijo: “Vení”. Yo pensaba que no me estaba viendo, pero de a poco me fui acercando y me senté a su lado. Me miró con una mirada media perdida y comenzó hablar por momentos no sé si me hablaba a mí o hablaba sola, pero recuerdo que empezó diciendo: ´Hablar de violación sexual .. es difícil o de abuso, sobre todo porque tiene que ver con lo que sucedió o sucede en el cuerpo.  Desde hace unos años, empecé a preguntarme y a quitar sombras, algunos recuerdos, si bien no tengo claridad de cómo sucedieron las cosas, mi cuerpo tiene recuerdos. Desde pequeña, estuve mucho tiempo sola cargando con esto y eso me atormentaba. Sin embargo, fui escarbando más profundo y encontré que mi cuerpo tenia miedo o recuerdos de abusos que en mi cabeza no se clarifican hasta el día de hoy.

´Me ayudó mucho conocer a otras mujeres que hablaban abiertamente sobre sus abusos o violaciones como una forma de liberarse de ello. En la medida que crecí, cuando tenía una relación sexual. mi cuerpo se resentía, había como un miedo a que me tocaran y me cerraba, todo esto me llevó a ir indagando más el porqué. Si bien estos recuerdos no los tengo bien claros, los recuerdos se vienen en forma de imágenes fugaces que van y vienen, aparecen y desaparecen…”

“Hace una pausa y me dice: ´Si a vos no te hace bien esto, o no te interesa, te podes ir´. Y cuando, le iba a contestar continuó diciendo: ´Cuando descubrí, o mejor dicho, acepté que algo pasó de pequeña .. vino un tiempo de dolor muy fuerte en donde me sentía con el miedo de una niña. Tenía dolor físico y sentía que algo me tragaba y no me debaja ser , sobre todo porque aparte de tener la certeza, me enfoqué en querer recordar y tener todo con claridad. Eso cada vez me era más difícil, porque hasta el día de hoy no tengo recuerdos claros, he bloquedo mucha parte de mi infancia y no tengo las imágenes. En ese deseo de saber, me provocó más dolor porque me sentía sola, y además, un poco desorientada”.

Ahora, hoy, este miércoles, hace unas pocas horas, Virginia Bertocchi eligió la primera persona para contar.

Virginia Bertocchi fue alumna del Colegio Don Bosco, y ahora es estudiante de la carrera Terapia Ocupacional en Santa Fe, es profesora de yoga y es masajista.

Es, además, mujer valiente. Una mujer que ahora pudo decir. Pudo contar.

“Para aquellas personas que dicen y por qué tardó tanto en contarlo poniendo en tela de juicio si realmente le sucedió o no, a mí me costó 15 años”, inicia su relato.

Y sigue, palabra por palabra, así:

“Cuando tenía 10 años iba al colegio Don Bosco, y en el patio del mismo había un espacio pequeño donde un señor realizaba juegos en madera. En los recreos siempre iba a jugar ahí o a comer caramelos. Hasta que no pude ir más y le pedí a mi mamá que me cambiara de escuela. Este señor llamado Aníbal me hacía sacar de su bolsillo del pantalón los caramelos con la intención de que lo tocara y después de agarrar el caramelo, me decía: ´Vení, sentate, que te hago upa´. Y me ponía bien en el medio de sus piernas. Pero lo más traumático para mí fue cuando un día me dijo que lo acompañara a buscar azúcar al lado, que era un portón gris donde ahí en su momentos dormían los curas. La azúcar estaba en un estante tipo mesita de luz donde tenía que agacharme para buscarlo. Él se acercó por detrás, me tocó la cola, luego me dio vuelta, y mi altura en ese momento daba justo en sus pantalones. Se sacó el cinturón y empujó mi cabeza hacia él. En ese momento sube un cura y hace lo mismo, y a los pocos minutos toca el timbre y me dicen: ´Corte, y anda al aula´. Y yo corrí y fui al aula.

“Hoy lo puedo contar, pero me llevo años entender que eso que me había pasado estaba mal y que fue abuso. Me costó años sacarme el miedo de hablarlo. Por eso me genera impotencia cuando leo o escucho ´seguro miente si fue hace años´,  ´por qué habla ahora´. El silencio de una mujer, en mi caso de una niña, fue el no entender a esa edad lo que me había pasado porque no se hablaba, porque nadie te creía, porque era tabú y porque a los curas se los respetaba.  #NONOSCALLAMOSMAS“.

Ahora, después de que lo pudo decir, después de contar, siente que ha sido un ejercicio liberador.

Crédito: Entre Ríos Ahora

Radio: 102.5 FM | TV: Canales 52 & 507 | LRM774 Génesis Multimedia ((HD Radio & TV))