A los 70 años y tras padecer una larga enfermedad, falleció el escritor y el periodista El Gordo Puchulu. Sus restos son velados desde las 19:00 en la Sala de Scolamieri, en República de Chile 232.

 

Palabras titilando como manos amigas

Lo conocí al gordo hace ya una larga punta de años, cuando los pelos aún eran largos y las ilusiones, los sueños, estaban intactos. Comenzamos a compartir la profesión en la revista Juntos, utopía hecha realidad junto a las preguntas de nuestra ciudad.

Compartimos noches de escrituras, de discusiones, de bonhomía, de sueños, mientras que Américo intentaba hacer un diagrama de las páginas y los libros para no despertar a sus, entonces, pequeñas hijas. Esa era una parte. La otra, cuando las voces eran respetadas. Y entre ellas la suya y la del entrañable Oscar Mattiauda.

El Gordo Puchulu. Con sus interminables jockey largos (aún no entiendo Gordo cómo fumabas eso) casi como un dedo más en la mano derecha, fue para mí un faro.

“Vamos a hermosearla” nos decimos cuando se envió un “darle” letra a una nota. Eso significa que las emociones, las bellezas que nos dan la escritura en esta profesión, comenzando a salir. Anécdotas, historias, vidas, contadas de una emoción incomparable, que terminan de brindarnos, no sólo la belleza del personaje o el tema de que estaba escribiendo, sino que nos contaban de su autor, de la sensibilidad del escriba.

Fueron muchas noches, muchas charlas, grabando vivencias de establos y boliches de mala muerte, de personajes que caminan en el archivo de lo que se entiende como normal, de gentes apartadas del diario vivir, pero ricas en vida. Y el gordo le aportaba su pluma. Porque, los traídos de su letra, redondeada, prolija, quedé estampada con la tinta de un común común, con esas palabras, con los capuchones blancos.

Recuerdo aquella nota de nicolita. Maravillosa. Ya el título pagaba el resto: “mariposa gris de la ciudad”. Eso era el personaje, escrito por alguien que sabía su historia y por eso hizo con respeto, dudando en muchas palabras o párrafos. En la misma dirección, varios textos del texto, que hoy todavía me asombran y emocionan, porque conozco el contexto en que fueron pensadas y creadas.

La revista fracasó desde lo comercial. Nos dejó, a todos los que la integramos, los años de amistad, el respeto, el cariño y el orgullo de haberlo hecho. No fuimos ni adelantados ni brillantes. Solo distintos. Con eso nos bastaba.

La vida, poco después, lo golpeó duro al gordo ya su familia. Y a nosotros junto. Junto a ellos. Y vino en movimiento solidario que movilizó a una ciudad entera, con más de 100 horas sin dormir, en una carpa en la explicación del Centro Cívico. Ni la lluvia malogró semejante demostración de afecto. Solo él podría hacerlo. Y lo hizo.

Pasó el tiempo. Nació mi primer hijo. Y ahí está. Lleva ya 16 años. La carta que nos escribió. Palabras sensibles hasta donde se mire, sobre la belleza y la responsabilidad que conlleva un hijo. Ahí está. Alguna vez has visto, como para no olvidarnos de lo que fuimos y lo que somos.

Nos dejamos ver un tiempo. Pero yo sabía que la leyenda de las notas sobre la historia de la vida, sobre los barrios, sobre los tiempos pasados ??y presentes, de casas olvidadas, de zaguanes perdidos. Notas mínimas, pequeñas. Y sabía, porque cada tanto me llegaban mensajes o saludos.

Me lo encontré hace poco. Presentaban un libro de Yupanqui. Y lógicamente estaba ahí. Sentado con su entrañable mujer, patricia. Y en el escenario, su hijo Atahualpa le dio más belleza a las creaciones del viejo gaucho de Pergamino. Nos saludamos. Le di un beso y en el oído me susurro “siempre te leo, eh”. Ahora, en otra revista paranaense escribe sobre él y su enfermedad. Eso es lo dejo al paranaense.

El gordo, pa´mi, está en el lado del zurdo. Junto a mis más entrañables sentimientos.

 

Pasión por la radio y su Campaña del Juguete

Periodista que vivió la radio como su casa, la sintió íntimamente y amaba sentarse ante un micrófono para dar a sus oyentes las noticias o narrar diferentes historias.

Puchulu dijo siempre que todos tienen su maestro y reconoció que para él fue el Profesor Visagno, quien le enseñó todo lo que respecta al oficio y lo hizo amar la profesión.

Fue quien dio inicio en el año 1983 a la ya tradicional “Campaña del juguete”, declarada este año de interés municipal, al arribar al 35 Aniversario, pero lamentablemente, esta será la primera vez que no contará con la presencia física del Gordo, que seguramente estará junto a su hijo Juan, cuidando por todos aquellos que seguirán representándolo cada 24 de diciembre de manera con su corazón solidario.

Fuente. 03442

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