«Vivimos el dolor, pero trajimos mucha alegría y paz», dijo la hermana del entrerriano Carlos Mosto, que junto a otros familiares, por primera vez, pudo hacer el duelo sabiendo que su familiar está enterrado ahí. Hay 90 tumbas identificadas

Por primera vez desde la guerra de Malvinas, Elsa Mosto pudo rezar en la tumba de su hermano, dejarle una flor, una cruz y besar ese suelo. A ese encuentro lo esperó por casi cuatro décadas.

Por primera vez en 36 años, familiares de 90 soldados argentinos sepultados como NN en las islas Malvinas pudieron «despedirlos» ante las placas con su nombre luego de que sus restos fueran identificados por la Cruz Roja en el cementerio de Darwin.

La delegación de 248 personas, entre familiares, autoridades, psicólogos y periodistas, volaron este lunes, a las islas en el Atlántico Sur, para rendir homenaje ante las tumbas identificadas.

El cuerpo de Carlos Mosto fue uno de los 90 que lograron ser identificados tras el arduo trabajo del Comité Internacional de la Cruz Roja que analizó las muestras de ADN aportadas por los familiares con los restos exhumados del cementerio durante el año pasado.

La familia Mosto fue informada en diciembre del año pasado que era uno de los soldados identificados. En esa oportunidad, Elsa, Oscar y Hugo, los hermanos de Carlos, recibieron entre llantos y emociones mezcladas la información detallada sobre el proceso de identificación y una media chapa identificatoria con un número, atada a un cordel que usó durante la guerra y el cuerpo enterrado conservó durante 35 años.

En esa reunión de diciembre, les contaron que el cuerpo de Carlos fue encontrado envuelto en una manta verde dentro de una doble bolsa plástica blanca, «con dos paquetes de Camel y Chesterfield, un peine, chiclets, tres balas y una carta en el bolsillo, todas pertenencias que fueron enterradas nuevamente con el cuerpo en un cajón luego de tomar muestras de un fémur y de su dentadura para el estudio de ADN», se indicó.

Esas muestras fueron comparadas con el ADN que aportaron en el 2013 Elsa, Hugo y la mamá de Carlos, Blanca Mosto, que murió en 2014 sin conocer el resultado final.

Desde Malvinas, Elsa Mosto se comunicó con ElDía y contó: «Lo que vivimos fue muy emocionante, una mezcla de sentimientos encontrados. Llegué feliz porque quería tirarme arriba de la tumba de mi hermano y hacer lo que yo pensaba hacer. Quería caminar directamente hacia su cruz y encontrar su nombre: Carlos Gustavo Mosto».

En medio de una inmensa emoción, la mujer reveló que «no hay palabras para describir este sentimiento y lo que se vivió en el Cementerio. Fue todo con mucha paz, mucha armonía y mucho compañerismo entre los familiares».

Contó que el hombre «que hizo el Cementerio y se encargó de levantar los cuerpos de los chicos, me dijo unas palabras que no me voy a olvidar nunca: ‘Cuando ustedes están en el continente, estos chicos son míos, pero mientras ustedes están acá, ahora, son de ustedes'».

«Fue algo muy fuerte y estas palabras van a quedar grabadas en mí, para siempre», aseguró Elsa que fue acompañada por una de sus hijas.

«Me bajé del micro corriendo y así fui hacia la tumba de Carlitos; después me acerqué a la cruz donde había rezado en el primer viaje. Era de un chico que se llamaba Evaristo Sánchez; me agaché, le recé y le puse una flor. No sé si viajó alguien de su familia pero todos estábamos ahí para rezarle a todos esos chicos», relató la hermana del soldado Carlos Mosto.

También contó que al lado de la tumba del «ángel de los pozos», como le decían sus amigos, había dos lápidas que continuaban con la inscripción: «Un soldado argentino sólo conocido por Dios».

«Vivimos el dolor pero trajimos mucha alegría y paz. En este viaje estaban identificados. Con los otros familiares nos reunimos el día anterior, nos conocimos, nos preguntamos quién fue su hijo o su hermano. Estábamos todos unidos. Creo que todos ellos estaban de fiesta en el cielo porque nos vieron llegar a todos juntos. Había muchas madres, padres, hermanos y sobrinos», contó Elsa, a ElDía.

Además dijo que el clima ayudó porque el cielo estaba celeste, había viento pero mucho menos a lo que es habitual en las Islas. «Hasta en eso nos ayudaron: A estar cómodos, sin sufrir frío durante esas poquitas horas», concluyó.

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